jueves, 3 de marzo de 2011

Amélie (2001)







Película francesa dirigida por Jean-Pierre Jeunet, que resultó ser la más taquillera de su país de origen.
La película comienza con la narración de la infancia de Amélie, desde el momento de su concepción, hasta que decide marchar de su casa.
La infancia de Amélie fue bastante atípica con respecto a lo que generalmente consideramos una infancia normal. Por decisión de sus padres, no fue al colegio, y por lo tanto no se relacionó con los demás niños. La razón es bastante ilustrativa del carácter protector y un tanto frio de los padres de la niña. El padre de Amélie era médico y cuando le realizaba a la niña una revisión periódica su corazón latía más rápido de lo normal, fruto de que era la interacción más íntima que solía tener con su progenitor. Así, asumieron que la niña padecía de problemas de corazón. Su madre  fue la que le dio clases particulares, era institutriz de un colegio, admiraba el orden y era de naturaleza irritable.







Fruto de esta superprotección por parte de los padres, Amélie desarrolló un carácter introvertido y una imaginación bastante generosa. Esto quedó agravado con la muerte de su madre, una muerte de lo más surrealista. A la salida de la catedral de Notre Dame, le cayó encima una turista. Es bastante curioso porque a pesar de ser una mujer de una vida recta y organizada, después de haber dejado a su hija protegida en casa para que nada malo le ocurriese… ¡Qué ironía que su muerte fuera tan ridícula y fortuita! Prácticamente su muerte fue lo puesto a su vida. Yo pienso que es una manera de decirnos que cualquier cosa puede ocurrirnos en cualquier momento, que nunca se sabe y que no por ello puede  dejar de vivir.
Así,  tras la muerte de su madre, la existencia de Amélie evolucionó inalterable y muerta hasta que a los 22 años, decidió irse de casa.
Amélie trabaja como camarera en un café, donde conoce a un grupo de personajes bastante variopintos y peculiares.
Tenemos a Georgette, una mujer hipocondríaca que trabaja en el estanco.  Gina, que desempeñará en la historia un papel de enlace.  Suzanne, la dueña del café, tiene una lesión en la pierna y gusta de charlar y escuchar los relatos de Hipólito, un escritor no muy afamado.  Luego tenemos a Joseph, pintoresco personaje, obsesionado con grabar todo testimonio que en principio hacía Gina (está enamorado de ella pero no es correspondido) y posteriormente a Georgette. Gusta de cuestionar las intenciones con las que se dice algo, o simplemente con recordar un testimonio que él considere con intencionalidad remarcable. Finalmente acaba estresando a las personas de su alrededor  ya que cualquier comentario puede ser malinterpretado y sacado de contexto.
Cuando nos presentan a los personajes en esta película usan una fórmula bastante curiosa que personalmente me gusta bastante. Nos dicen el nombre del personaje y una sensación que le gusta y otra que no le gusta experimentar. Es curioso porque en el caso de Joseph, por ejemplo, nos dice que le gusta hacer explotar los circulitos del papel de embalaje. Es una sensación muy cotidiana y fácil de experimentar por lo que fácilmente puedes ponerte en lugar del personaje y entenderlo o no hacerlo. Otro ejemplo es de la propia Amélie, que le encantaba hundir las manos en los sacos de legumbres, para ella es una sensación placentera. Ambos casos son sublimaciones de otros estados de ánimo y por ello me resulta muy interesante.
La reflexión anterior introduce mi tema preferido de la película. La exaltación por los pequeños detalles. Continuamente en la película se hace referencia como antes indicaba a sensaciones sencillas, que puede experimentar cualquiera, como ver las caras de las personas cuando están viendo una película en el cine, mi preferida, romper la superficie sólida de la crema catalana (natillas también sirve). Es digno de alabar porque con este tratamiento causa sensaciones en el espectador tremendamente familiares y atrayentes, atractivas o repulsivas, crea una sinergia espectador-película importante. Es lo que más me ha gustado.

Desde otra perspectiva, la implicación de la exaltación de los pequeños detalles tiene otra finalidad importante en la historia. Como hemos indicado antes, Amélie era una chica con una infancia anormal y que consecuentemente el trato con las personas le resulta difícil. El hecho de que Amélie tenga un gusto extraordinario por los pequeños es detalles es porque de ello se nutre su alma. No es capaz de mantener una relación con un hombre, tiene miedo de enfrentarse al mundo real. Ha vivido durante mucho tiempo en su burbuja y teme al exterior. Como no puede experimentar el tipo de emociones que experimentaría una muchacha de su edad, como por ejemplo enamorarse, tener pareja, pues sublima esa necesidad a mirar en las películas las cosas en las que nadie se fija, los detalles que nadie mira…
 
Así, Amélie, sigue viviendo a pesar de estar fuera de su casa, la misma vida inerte. Un día, decide hacer algo interesante, algo diferente, encuentra una caja con los recuerdos de la infancia de la persona que vivía antes en su piso. Decide buscarla e indagar información sobre ella. Después de investigar da con el hombre propietario de la caja, al ver el bien que hizo, decidió seguir ayudando a las personas en sus problemas. Esta conclusión es también una sublimación de la propia Amélie. La solución de los problemas externos como manera de escapar a la solución de los suyos propios.

(En este punto de la entrada, quizá el que no viera la película y quiera hacerlo recomiendo dejar de leer...)
También quiero comentar un matiz que se ve claramente en la escena del café, posterior a que el hombre recuperase su caja de recuerdos. El hombre a pesar de estar muy agradecido a Amélie por devolverle el recuerdo de las vivencias de su infancia, siente el peso del paso de tiempo, del tiempo que le queda por vivir, y de las cosas que no está haciendo bien antes de que llegue su final. Esto afecta a Amélie, experimentó una gran sensación de soledad en ese momento, sus propios problemas se le echan encima sin resolver.
A partir de este punto de la historia, son varias las intervenciones de Amélie en la vida de varias personas. Por ejemplo, la tienda a la que regularmente va Amélie a comprar frutas y verdura, es regentada por un hombre autoritario que suele dejar a su ayudante en evidencia. El ayudante (que seguramente padezca algún problema mental o psicológico), que es de carácter sumiso, lo permite, montando diariamente un espectáculo en la tienda que pone a Amélie de mal humor, ya que con su carácter benevolente, artístico y fuera de lo común ganó la simpatía de la protagonista.
Otra gran acción de Amélie y mi preferida es la que desempeña con su vecino Raymond. Raymond es un personaje enormemente enriquecedor. Es llamado “el hombre de cristal” por la patología que presenta, sus huesos son tan débiles que necesita tener toda su casa forrada para no sufrir ningún daño, y como es de imaginar, no puede salir de su casa.  Desde hace 20 lleva pintando “El almuerzo de los remeros” de Renoir. Tiene muchísimas reproducciones del cuadro en su casa y en las visitas Amélie acostumbraban a comentar los diferentes personajes del cuadro. En una de las conversaciones que mantienen, Raymond afirma que el único personaje del cuadro que no consigue contextualizar es a la chica que sostiene el vaso de agua.  Amélie que se siente identificada con ella, comienza a tratar de explicarle cual puede ser el papel de esa chica en la pintura. Asumiendo ese rol, Raymond intencionadamente (en mi opinión) utiliza la imagen de la chica del vaso para conocer mejor a Amélie. Ante el problema que presentaba Raymond, Amélie decide ayudarle grabándole escenas que le inspiren para pintar algo diferente, algo que le haga salir del estancamiento del que “El hombre de cristal” no podía salir. Ya que no podía salir de su casa era una manera de que Raymond pudiera recuperar la fe en la musa que es la propia vida. Es precisamente esta acción de Amélie la que desencadena que su vecino le prestase su ayuda en momentos posteriores de la historia.
Otra mini-historieta de Amélie y sus buenas acciones fue la desempeñada con su padre, un hombre enclaustrado en casa. Manda un gnomo de jardín muy querido por él a diferentes partes del mundo y hace que le manden las fotografías. Esto hace que el padre decida querer ver mundo y emprenda un viaje. Unas de las reuniones con su padre me resultó bastante identificativa. Amélie hace ver a su padre que existe más mundo que su casa y que hasta el gnomo de jardín ha visto más mundo que él mismo.
Entre todo esto, Amélie, conoce a un chico, Nino.  Este chico, acostumbraba a coger las fotos destruidas que la gente desechaba a la salida del fotomatón y las archivaba en un álbum que para él era como un tesoro. Ella instintivamente lo identifica como un alma afín ya que era otro admirador de los pequeños detalles, aunque otras personas prefieren llamarlo “rarito”.
 Nino estaba empeñado en descubrir el secreto de “el hombre de las zapatillas rojas” era un personaje que aparecía periódicamente entre las destrozadas fotos del álbum de Nino y con el que consiguió coincidir un día en el fotomatón y tras una persecución perdió su álbum. Fue Amélie la que recogió su álbum. Tras pasar otras veces por el mismo fotomatón, un día ve un anuncio con un número de teléfono demandando el álbum.

A pesar de haber dejado pasar muchísimo tiempo debido a la cobardía de Amélie, llama por teléfono. Al ver que uno de los trabajos de Nino es en un sex shop se ve colapsada (no está acostumbrada a enfrentarse a estas cosas) y decide no insistir. Con un poco de insistencia por parte de Raymond, Amélie tras un tiempo decide ir al encuentro de Nino al sex shop, donde no lo encuentra y le derivan a una actuación de feria, un castillo del terror, donde parece ser también trabajaba.
Después de multitud de estratagemas y de alargar ingeniosamente el enfrentamiento que supone encontrarse con él, finalmente mediante mediación de Gina y de Raymond consiguen verse. Y es que después de todas las estratagemas preparadas por Amélie, Nino estaba intrigado por conocerla, sin verla ya se había enamorado de ella. Gina le revela a Nino la localización de la casa de Amélie y Raymond mediante una grabación le da a Amélie el mejor consejo que seguramente le hubieran podido dar.  Raymond le dijo que tenía que enfrentarse a sus miedos, a sus temores y arriesgar a pesar de saber que se está corriendo el riesgo de salir herida, que si no sería así el corazón de Amélie acabaría como los huesos del Raymond.
Finalmente animada por “el hombre de cristal” Amélie va a buscar a Nino que estaba en la misma puerta de su casa, y sí, para disfrute del público y de las expectativas…fueron felices y comieron perdices.
Película muy recomendable y positiva. Estéticamente preciosa, banda sonora igualmente calificable y como les habrá pasado a mucha gente con esta película, es fácilmente verse identificado con algún personaje.



2 comentarios:

  1. Esa película está bien, pero mejor está la que me recomendaste (Mr. Nobody). Te debo una.

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  2. "Las posibles vidas de Mr.Nobody" es una película muy grande con muchas cosas que comentar.
    Quizá un día de estos asome por aquí alguna entrada relacionada con ella.
    No me debes nada ;) y gracias por el comentario

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