domingo, 6 de abril de 2014

El Despertar del Dragón Helado I (2014)


Hendelborg , Segundo día Luna en Euslo

Era su día libre, tras pasar toda la semana yendo y viniendo a las minas de cobre con Reva, estaba decidido a dar un paseo por el lago helado de Fammdrüsken. En aquella época del año en la que las tormentas de nieve se apaciguaban era el momento perfecto para llevarse algo de comer y pasar el resto de día en el lago tomando algún que otro rayo de sol, no muy potente por su puesto. Las granjas de los alrededores comenzaban a convertirse en lugares de trabajo en los que cultivar verduras y hortalizas resistentes. Los niños ya salían a las calles a jugar con sus juegos de tablero y otros corrían desafiándose en imaginarios duelos. Esa ya era una época pasada para Bernoz, una vez terminó sus estudios básicos en la escuela del pueblo comenzó a trabajar para Reva. En su casa la situación no era muy buena para poder permitirse enviarlo a aprender un oficio o ciencia, ya era difícil a veces darle de comer cuando estaba en la escuela.
Tomó un poco de pan con tocino que compró en el mercado y lo metió en una bolsa que se llevó  a la espalda. Caminó desde las granjas hasta las afueras del poblado donde se encontraba el lago Frammdrüsken. Metió su mano en el bolsillo, sí, allí seguía...la extraña gema de brillo azul de formas geométricas. Después de pasar un tiempo junto a ella se había convertido para él en una especie de talismán personal, nunca salía de casa sin ella. Salió a las frías estepas de la periferia, algunos carros llegaban a la ciudad para comerciar o incluso algunos familiares llegaban de visita después del frío invierno.
-¿A dónde vas Bernoz?- una rajada familiar le hizo girar la cabeza de inmediato. Se trataba de Elianne una chica algo marimacho que se educó con él en las granjas y que gustaba de cazar y salir con los hombres de cervezas.
-Voy a comer algo al lago, hace buen día- dijo el muchacho cruzando los dedos para que no decidiera acompañarle a sabiendas de que lo haría.
-¡Te acompaño! - la chica era más alta que él y vestía con pieles de venado que había conseguido en sus cacerías, su cabello era rubio y lo llevaba recogido en una trenza. A sus espaldas llevaba un enorme arpón afilado que daba miedo nada más verlo.
-Vale- el chico no aplaudió mucho la decisión, le estresaba su presencia, haciéndole sentir un niño pequeño.
Caminaron hacia el lago cuando un extraño olor como a podredumbre llegó a las sensibles narices de Elianne.
-Huele a podrido Bernoz- ambos anduvieron hacia al lago desde donde procedía el terrible olor estancado.
-Quizás es un cadáver- dijo Bernoz sin expresar ninguna emoción haciéndose el impasible.
-He olido muchos cadáveres Ber y no...así no huele un cadáver...¡Mira el agua de entre las grietas! ¡Qué color más extraño!
El lago era una gran superficie de agua congelada que nunca llegaba a descongelarse del todo aunque se registrase el verano más caluroso de Hendelborg. Se habían hecho algunas grietas en los bordes del lago y agua verdosa salía al exterior.
Bernoz se acercó a la orilla y olisqueó la extraña sustancia.
-Sin duda es algo que está podrido aquí dentro, ¡qué asco!- buscó un sitio donde no llegase el olor y se sentó a untar el tocino en su pan.
Elianne no satisfecha con el veredicto de su compañero tomó su arpón y trató de romper un poco más la superficie de hielo, salía más y más agua verdosa y espesa. La chica tras no encontrar nada ahondando con el arpón en el agua helada, se volvió hacia Bernoz al olor del tocino que untaba cuidadosamente.
-¡Dame un poco piltrafas!- la chicarrona se sentó junto a él mientras cruzaba sus pies sonoramente, llevaba unas pesadas botas con pinchos para andar sobre la superficie del hielo. Bernoz cortó un pedazo del bocadillo y se lo tendió a la chica.
-¡Qué morro que tienes!- dijo Bernoz indignado.
El sonido de un bloque de hielo grueso rompiéndose alertó a los comensales. Una gran cantidad de agua verdosa salía a presión despedida hacia el exterior, el repugnante olor casi se masticaba.
Elianne se levantó junto con Bernoz que del susto se le cayó el bocadillo al suelo.
De entre los restos de hielo emergió del agua helada un enorme pez de color azul oscuro. Era garganturesco, podía tener la envergadura de cuatro hombres fornidos al igual que las anchuras ya que era bastante redondeado. 
-¡Mira eso Ber! ¿¡Qué cojones!?- la chica se adelantó y preparó su arpón. Los brazos de la cazadora eran anchos y musculosos, parecían los de un hombretón. Bernoz se quedó tras de ella viendo el comportamiento del animal.

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