El gran pez se percató de la presencia de la chica gracias a
su potente voz de enana minera. A gran velocidad movió sus monstruosas aletas
dorsales hacia ellos. Sus ojos eran
negros, enormes y carentes de emoción alguna. El monstruoso pez movía sus dos
larguísimos bigotes al ritmo de sus branquias que producían movimientos
repetitivos de apertura y cierre.
-¡Viene hacía aquí!- Bernoz comenzó a correr en dirección
opuesta cuando una enorme lengua escamosa le atrapó un pie.
-¡Maldita sea!-Elianne tomó su arpón y tensando sus músculos
lo lanzó con todas sus fuerzas contra la criatura que estaba a menos de medio
metro de los jóvenes. El animal abrió la colosal boca e ignorando el arpón
clavado en su cuerpo se disponía a
arrastrar al chico hasta sus fauces. Sus labios eran blancuzcos,
demasiado similares a los humanos lo que le profería un matiz aún más desagradable.
-¡Noooooooo!- la chica rugió impotente mientras Bernoz colgaba
en el aire boca abajo agarrado por la viscosa lengua del pez, el monstruo había
aumentando considerablemente su verdosa salivación que estaba bañando al pobre
chico.
De entre los bolsillos del muchacho cayó una brillante gema
al lago helado, las azuladas aguas se habían tornado verdes por los extraños
efluvios que se estaban despidiendo. Una gran onda se propagó contagiosamente
por la superficie, instantes después el agua comenzó a arremolinarse y a
burbujear emitiendo un vapor cálido, el nivel del lago bajo perceptiblemente
dando evidencia del volumen que se disponía a emerger del mismo.
-¡Santa pechera!- dijo Elianne abriendo aún más los ojos.
Primero dejó ver una testa cornuda rodeada de escamas
blancas de frío hielo. Sus ojos permanecían cerrados, el reptil se encontraba sumido en un sueño del que pronto despertaría.
El cuerpo de grandiosas dimensiones estaba envuelto en dos potentes alas
parecidas a las de un murciélago que se encontraban igualmente congeladas. El
ser ascendía como elevado desde lo más profundo de las frías aguas.
Una vez el dragón descubrió todo su cuerpo, el pez se quedó
observándolo con el chiquillo colgando de su lengua. Un sonido estridente
quebró la superficie de hielo blanco que cubría al maravilloso reptil que
tenían frente a ellos. Como surgiendo de un cascarón roto, el verdadero dragón
se dejó ver enseñando sus dorados ojos. El sol se reflejaba en sus preciosas
escamas azules que parecían lustrosos zafiros. Abrió sus potentes alas
esparciendo brillantes esquirlas de hielo en todas direcciones.
El solemne reptil batió sus alas y se situó frente al pez
que estaba petrificado de miedo al igual que Elianne que no creía que lo que
estaba viendo estuviera ocurriendo de verdad.
Un simple zarpazo de sus potentes garras destrozó lengua,
labios y cabeza del pez desfigurándolo, se había convertido en una masa verdosa
que flotaba entre espasmos. El chico, destrozada la lengua cayó al frió lago.
Bernoz nadaba entre tiritonas tratando de llegar a la
orilla, Elianne que se aproximaba hacia él podía ver como los labios del
muchacho se tornaban morados por el frío.
El azul reptil sobrevoló levemente el área del lago y con los afilados dientes asió
al muchacho por sus vestiduras echándoselo en el lomo. El muchacho estaba
aterrorizado, apenas tenía fuerzas para agarrarse a los pequeños cuernecillos
que presentaba el dragón en el lomo, no podría mantener el equilibrio de no ser
por una extraña fuerza cálida que lo mantenía a horcajadas del animal.
Bernoz llegó a tierra junto a su amiga que se encontraba en
la orilla. Elianne lo ayudó a bajar del reptil y le tendió su capa de pieles
para calentarlo.
-¡Vámonos de aquí Bernoz! - el chico no podía moverse tan
rápido como su compañera pero emprendieron la huida del lago antes de que
cualquiera de aquellas criaturas decidiera darles caza.
El dragón volvió hasta donde se encontraba su enemigo a gran
velocidad. Subió alto y volvió a bajar quedándose suspendido en el aire. Abrió
sus fauces y un aliento helado recubrió la superficie del lago sepultando lo
que quedaba del pez y devolviendo al lago Fammdrüsken su aspecto primigenio.
-Es un...un...- Bernoz continuaba su carrera con la
respiración entrecortada mirando a sus espaldas de vez en cuando, aún sin creer
lo que acababa de ocurrirles.
-Un dragón sí- dijo Elianne cogiéndolo de la mano y casi
arrastrándolo- un enorme dragón azul que podría merendarnos si quisiera- dijo
ella tratando de devolver al mundo real a Bernoz.
-Elianne, ese dragón me ha salvado la vida- la chica
continuó tirando fuertemente de Bernoz hasta que llegaron a salvo a Hendelborg.
***
Bernoz caminó junto a Elianne hasta las granjas de techados
de paja donde vivía junto con su familia. La calidez había vuelto a su rostro,
se despidió de la chica en el umbral de la puerta.
-Gracias Elianne- el muchacho le devolvió la capa de pieles.
-No es nada amigo, cuídate- la chica le sonrió dejando ver
sus blancos y alineados dientes.
Bernoz cerró la puerta tras de sí y entró en su habitación,
decidió cambiar sus ropas mojadas por nuevas limpias y más cómodas. Cuando fue
a quitarse el pantalón el peso en uno de los bolsillos hizo que su corazón
comenzara a latir vertiginosamente ¡No podía ser!
Allí con su azul brillo resplandeciente se encontraba
facetada e intacta, de nuevo entre sus manos, la gema misteriosa.
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